Durante siglos, se nos ha enseñado que el parto es dolor, sacrificio y desconexión.
Poco —o nada— se habla del placer como una fuerza vital presente también en la gestación, el nacimiento y la maternidad.
Pero la verdad es esta:
el orgasmo y el parto comparten la misma raíz energética.
Ambos son procesos fisiológicos profundamente humanos que involucran:
Los mismos órganos sexuales
Las mismas hormonas (como la oxitocina, clave en el amor, el orgasmo y las contracciones uterinas)
Y la misma necesidad de seguridad, intimidad y conexión con el cuerpo
¿Por qué nadie le dice a las embarazadas que el placer puede facilitar el parto?
No se trata solo de “masturbarse” o “estimularse”, sino de aprender a autogestionar el placer, sin prisas, sin metas, sin culpa.
Cuando una mujer se permite explorar su goce con conciencia, está cultivando una relación poderosa con su cuerpo —y abriendo canales internos que también sirven para parir.
En cambio, lo que suele suceder en los sistemas de salud tradicionales es justo lo contrario:
Luces fuertes
Intervenciones constantes
Hablarle a la mujer como si no supiera lo que está haciendo
Cortar su oxitocina con estímulos externos que activan la adrenalina
Y así, lo que se llama “falla en el progreso del parto” muchas veces es solo una desconexión del proceso natural.
No se trata de un fallo de la mujer.
Es el reflejo de siglos de represión sexual + desinformación + sistemas que no confían en la sabiduría del cuerpo.
Parir es un acto sexual, sagrado y poderoso
Como lo dijo Wilhelm Reich:
“El nacimiento es un acto sexual que se realizaría con la máxima gratificación del placer, si la sexualidad de la mujer que pare no estuviese destruida.”
Y como lo expresó Frédérick Leboyer:
“El trabajo de parto puede ser una sucesión de contracciones verdaderamente adecuadas, buenas, porque son generadoras de placer.”
Reivindicar el placer en todas las etapas de ser mujer
Es hora de cambiar la narrativa.
De volver al cuerpo.
De recordar que placer y maternidad no se excluyen, se potencian.
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